LA ALQUIMIA EN EL VIVIR
Publicado por Carolina Valle García. , miércoles, 9 de junio de 2010 23:20
Perfil de Fabio Zuluaga Ángel.
Gaya es la madre de una numerosa familia típica de tierras antioqueñas, que en su vejez muere para renacer. El creador de esta matrona nace de una mujer antioqueña, y se cría en la Medellín de mitad del siglo XX. Se trata de Fabio Zuluaga, quien aún vive con su madre, y se declara enamorado de la química, la juventud y las mujeres.
Cierta mirada poética de su vida ha dado paso al literato actual, que no desde joven se reconoció como tal. El inquieto adolescente que hizo de las suyas en una manga donde ahora funciona la Clínica del Rosario, el lugar que le dio a su única hija la bienvenida al mundo, tardaría en definir su pasión de escritor, a pesar de que en sus años juveniles empezó a inquietarse por un camino dividido.
Decidió estudiar ingeniería química para garantizar un sustento y para sentirse de alguna forma, un humano creador. Pensaba Fabio el químico, que su opción se rebelaba contra un designio divino, entregado por el sacerdote que en el colegio le hizo una propuesta vocacional, orientarse por el pensamiento filosófico. Ingresó como estudiante a la Universidad de Antioquia, su espacio desde hace más de 30 años, que le ha permitido explorar dos de sus territorios predilectos, la ciencia y la literatura.
Antes de reconocerse como literato, el primero empresario y luego docente de química en la Universidad de Antioquia, empezaba a sentir con fuerza el llamado de las letras, por lo que emprendió un nuevo aprendizaje que comenzó a desinhibirlo frente a la sociedad para comunicar mediante la escritura los azares e inquietudes de un hombre como él.
Los tiempos del compromiso matrimonial y paternal, el conocimiento del maestro de su nuevo camino, Mario Escobar Velásquez comienzan a quitar ataduras a Fabio Zuluaga. El talento que se descubre, la determinación de que no puede vivir sin escribir, cierta compulsividad “desordenada” por contar historias que hacen parte de su propia historia, van marcando el camino del naciente escritor.
Afectos y desilusiones van y vienen, los agobios de ciertos momentos de su vida hacen que recree historias “angustiantes”, que dan cuenta de los vacíos de las rupturas amorosas y la soledad. El sentimiento paternal lo impulsa también a pensar en escenarios y eventos plasmados en sus cuentos. Serán Maria Paulina, su madre, la mujer que ya no está, y las féminas en general, la razón de una continua búsqueda existencial y literaria.
El Fabio escritor se desahoga y propone al mismo tiempo. Al mirar la soledad con melancolía y ciertas afugias del hombre, da forma por etapas a sus más hondos sentires, mediante un estilo de narrativa, de pronto, más desprovisto del eje científico donde su obra “síntesis” está en la cumbre.
A seis años de haber llegado a la tertulia nocturna de Los Octámbulos, grupo literario de esta ciudad donde ha continuado fortaleciéndose como escritor, es descrito por sus amigos literatos como hombre cálido, alegre y vanidoso. En el círculo, Fabio da siempre a conocer los comentarios que han merecido su obra personal y la grupal.
La admiración por la juventud se convierte por momentos en angustia con el paso de los años, la aparición de las arrugas, la pérdida de inmunidad física, y la inquietud por la compañía de la mujer. Estos cuestionamientos, hechos a partir de un pensamiento más maduro, marcan algunas de las recientes producciones. Ahora, un hombre que descree del amor se cautiva por la “belleza inmaterial” que emana la mujer desde la estética y el portento de ciertos valores, reconoce que es la mujer y no una mujer lo que desea. Desde esta postura, el autor concluye su pregunta, mientras sus personajes exploran en medio de prostíbulos la encarnación de su ideal femenino o se aventuran pese a las marcas del tiempo, a coquetear con la lozana juventud.
Hace tres años, el profe de química puede estar jubilado, pero su anhelo es no renunciar a la docencia hasta que una fuerza mayor lo obligue, no dejará de nadar y hacer yoga, no contempla irse de las aulas, donde siente que irradia en los jóvenes el esplendor de las fórmulas de la vida. Fabio no piensa en nietos, ni en irse a descansar, porque es precisamente la constante actividad académica, pensante, física y social, aquella que lo aleja de la vejez y lo ata a su amada juventud.
Las líneas del tiempo, presentes en su piel no le han frenado la búsqueda de lo que concibe dentro del buen vivir como el vino, el deporte, las mujeres o los libros. Sin embargo, más allá de preguntas coyunturales de la vida, surgen en el escritor, otras más etéreas, atribuidas a sus 59 años, cuya mayor parte se han alternado “dos cerebros”, el intelectual y el humano en catarsis.
Nace en su presente, la pregunta por la creación, el cosmos, la armonía de la materia, la belleza de la química, que no ha perdido su encanto para él. Se manifiesta la inquietud por el ser humano y su relación directa con estos conceptos. La explicación biológica se convierte en poética y es materializada como novela en la obra que considera, reúne sus dos facetas que habían estado en pugna y a las que les encontró un vínculo interesante en lo que ha dado el nombre de químico-literatura.
La madre y abuela Gaya, protagonista de “El árbol de abuelitas”, es una mujer elegida por Gaia, la tierra, para contarle cuál es la materia prima de su mundo, la receta de sostenimiento de sus plantas, lo que pasa en las estrellas y qué permite que vivan ella y sus doce hijos. Gaya es la abuela y la madre de muchos, a la que Fabio conecta con la madre de la humanidad y que al momento de su muerte, vuelve a formar inmediatamente parte de la madre tierra como un árbol que crece de sus cenizas.
Fabio Zuluaga cuenta haber hecho un proceso complejo interno al escribirla, y fue somatizada, al resolver una de sus mayores dicotomías. Las descripciones del cosmos en la voz de Gaia muestran más que una posición científica, un profundo sentido de la admiración por el universo, y una forma de sincretismo, su alquimia.
“La Alquimia pues en su sentido más puro se convierte en un proyecto de vida de tipo espiritual que se concreta tanto, en la materia química sobre la que interviene el alquimista para transformarla y llevarla a su estado final de perfección, como en el propio ser de éste.” Fabio Zuluaga Ángel.
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