UN HOGAR PARA EL BIENESTAR ANIMAL

Publicado por Carolina Valle García. , miércoles, 9 de junio de 2010 21:42

Cerca de la Sociedad Protectora de Animales, en el sector de san Germán, vive Amalia Vásquez. Su casa es un segundo piso, cuya fachada de adobe refleja el paso de muchos años, no hay avisos, si al tocar la puerta un vecino está asomado por la ventana, te confirma que efectivamente has llegado a la Fundación Bienestar Animal.


Al entrar, el visitante se encuentra con dos personas, Mabel, quien a manera de uniforme porta la camiseta de la fundación, jean y botas pantaneras, y por supuesto, doña Amalia, una mujer mayor con la vestimenta apropiada para estar todos los días en función de sus protegidos.


Antes de conversar con las dos mujeres, se adelanta un amable, joven y juguetón perro, pero la señora advierte que no se le debe prestar atención, “a él precisamente hay qué quitarle una angustia de que se desespera por que lo saluden, a ellos hay que estabilizarlos emocionalmente”. Al cruzar la puerta de la fundación, salen a la vista 3 perros, pero se escucha el ladrar de otros tantos, que se encuentran tras la puerta de la sala. Son las 3:30 p.m, ya todos han almorzado.


El teléfono no tarda en sonar. Doña Amalia es quien atiende las llamadas.


- ¿Ud sabe dónde queda San Germán?

- Detrás de la cuarta brigada metidos contra el cerro El Volador.

- Si quiere lo trae mañana por la mañana y ya…si ustedes quieren, vuelven por él.

- $100.000 pesos y las cositas, las fórmulas, todo.

- Mire a ver, haga campaña en la familia, negocie con los vecinos, resuelve la cosa y verá que solucionamos el problema.

- Bueno señora.

- ¡Qué pesar de los animales!


Las visitas entran directamente al espacio de la fundación, donde inicialmente se ubican la sala y la oficina. Allí se empiezan a conocer poco a poco, los niños mimados de Amalia. “Lo que veo muy frecuentemente es que botan animales con problemas de comportamiento, la gente se encarta porque los malcría y no sabe qué hacer con ellos”- dice refiriéndose a numerosos casos que atiende en el albergue.


“Niño”, un fresh poodle color gris y ojos escondidos, es muy apegado a su benefactora. Ella comenta que tiene problemas de comportamiento y que su dueña, una auxiliar de vuelo no le dijo la verdad. Por no tener tiempo para cuidarlo se lo entregó, pero no advirtió que era agresivo, “salió bravito, pelietas y es muy apegado a mí. Este tiene posibilidades de conseguir hogar, llegó hace una semana, por eso lo tengo en mi casa”.


El trato digno a los animales hace parte de la filosofía de vida de esta mujer animalista, quien heredó de sus padres un fuerte cariño hacia ellos. Cuando formó un hogar, les destinó un lugar a los perros que se iba encontrando en las calles. En principio los llevaba a la Sociedad Protectora de Animales, pero en algún momento allí dejaron de recibir animales callejeros y aquellos que acogía iban a dar a su casa. La gente se daba cuenta de su labor y los abandonaba cerca o iba y le entregaba animales propios o extraviados.





“Yo tenía un mercado aquí enseguida, entonces la gente venía a botar los perros al barrio y se iban para mi casa. En el 2000 monté la tienda y empezaron a traer más animales, luego me ubiqué, ya no eran dos o tres sino 10 o 15”. Cuando doña Amalia inició el trabajo de la fundación, aspiraba encontrar una fuerte colaboración por parte del municipio o de otras asociaciones, para hacer un trabajo animalista de alto impacto. “Con otras personas pusimos la fundación pero nunca se hizo lo que queríamos, como trabajar con el estado, hacer jornadas de esterilización, ayudar en educación. Decidimos entonces hacer un trabajo pequeño pero autosostenible. Aquí los animales viven dignamente.”


Suena el teléfono otra vez. Mientras ella atiende telefónicamente inquietudes y pedidos, se puede entrar a conocer con más detalle, el hogar de una centena de perros y gatos. La casa-fundación es amplia en ambos sentidos. Desde la pequeña oficina se llega al patio grande donde viven la mayor parte de los perros, separados por edades y comportamientos. Ante la irrupción de personas extrañas no para de ladrar el conjunto variopinto de canes adultos y cachorros.


En varios compartimientos se les da la comida, juegan y duermen los animales de distintos tamaños, razas y edades que aquí son tratados por igual, “no son ni reyes ni esclavos, y entre ellos mismo se ayudan”. Todos saludan, aunque algunos quieren capturar más la atención. En este lugar hay animales que han sido adoptados y regresados más de tres veces, como Pinto, un perro adulto de color castaño oscuro, que comparte espacio con aquellos que hace mucho tiempo dejaron de ser cachorros.






Junto a las perreras está el cuarto de las medicinas, muy bien equipado, aunque doña Amalia dice que no sabe tanto de esterilizaciones y cirugías, por lo que el papel de algunos voluntarios expertos es fundamental. Los miércoles y sábados son los días en que se practican esterilizaciones masivas, y son recibidas mascotas a las que se les separe cita.


La fundación no parece tan grande a la vista, pero en el recorrido se van descubriendo más cuartos y corredores, mostrando que se han ampliado hasta donde se ha podido. En el cuarto contiguo al de las medicinas viven los cachorritos. En una jaula hay más de 6 cachorros negros que tienen amplia posibilidad de ser adoptados y en jaulas vecinas están los gatos, algunos son bebés y están con sus madres.


La última familia de gatos en el pasillo es de colores blanco y gris, la gata cuida celosamente a sus tiernas crías. -“Es muy brava, no se le puede agarrar la mano, tiene 5 hijos, la botaron en el Juan Pablo II”- comenta Amalia, quien si bien no sabe el total exacto de animales que alberga, se acuerda de la historia de cada criatura que le entregan.




“Vivimos llenando el tope de animales que se pueden sostener, actualmente están equilibrados ingresos y número de animales. Todos los días viene gente a adoptar, hoy adoptaron un gato. Al principio eran más los perros pero ha ido cambiando la cultura porque es más fácil, económico y cómodo tener el gato, además ahora los espacios son más reducidos”. Al terminar de recorrer la fundación, se cruza el límite con el espacio de su hogar, compartido con varias mascotas.


Nueva llamada.


-“Si la gente tiene bebés esa no es una razón para salir del perro, es que ustedes ya no lo quieren tener. Si quiere se lo recibo y le consigo un hogar nuevo, aquí la gente viene a adoptar perros huérfanos, pero no se venden”.


Doña Amalia sabe muy bien las causas que llevan a una familia a abandonar sus mascotas. El mal comportamiento es el principal motivo, también lo es la falta de dinero para hacerle tratamientos, así como un mal control sobre su reproducción y los mitos, como el perjuicio a la salud de niños y adultos o un cambio de casa.“Generalmente lo hace gente irresponsable que maltrata los animales y los vuelve agresivos, los dejan deteriorar y así los botan.”


Ahora que ha formado una casa dentro de la suya para perros y gatos, asegura que sufren más los animales que terminan abandonados dentro de su propia vivienda, que los que habitan en la calle. Ella, que inició su compromiso recogiéndolos, concluye que los que afuera se ven deteriorados, fueron dejados por sus familias en ese estado. “En la calle tienen donde buscar comidita y cura, si están maltratados fue porque así los dejaron”.


Sara, de 18 años, Olivia de 17 y Onisa de 3, son algunas de las perras con las que doña Amalia se ha encariñado y andan todo el día por su casa. Ellas y algunos gatos están merodeando por la sala, encima de los muebles o camas durmiendo. Mocha tiene dos patitas mutiladas, según su cuidadora, por reproducción irresponsable. Según el comportamiento y las necesidades de los animales, se les asigna una ubicación en los corrales o dentro de la misma casa. También se establece cuáles son más aptos para adopción o aquellos que definitivamente se quedarán en el albergue, como ha ocurrido tristemente con los que fallidamente adoptan y son regresados.




La personería jurídica del lugar fue otorgada hace cinco años. Desde ese momento Mabel, empleada pagada por doña Amalia empezó a desempeñarse como auxiliar en la fundación, que cuenta con jóvenes socios, los cuales no pueden dedicarse totalmente a esta labor. El sostenimiento se obtiene entonces a partir de donaciones, citas de cirugías y esterilización, alcancías, y en gran parte con la tarifa de ingreso por cada animal que se recibe o que es adoptado.


A quienes deciden adoptar se les pide cancelar únicamente el valor de la cirugía y las vacunas del animal. El costo varía para gatos y perros, y también entre caninos dependiendo de su tamaño. En el caso de los gatos, la tarifa es de $35.000 y por los perros, se paga de $50.000 a $70.000. Por cada animal que ingresa deben cancelarse $100.000 y si se entregan madre y cachorro, el pequeño acarrea un costo mucho más bajo. Dice doña Amalia que aquellos que adoptan deben cubrir desde un principio los gastos de las vacunas, como muestra del interés por prestarle una debida atención al animal.


Son las 4 y 30. Doña Amalia pregunta qué hora es, y comenta que a las 5 llegará una camada de gatitos que serán instalados en un cuarto nuevo, ubicado cerca de las perreras. Entretanto, ella continúa yendo de un lado para otro, mimando a cuanto gatito o perro se le acerca. Continúa sonando el teléfono:


-Está muy recién castrada, cuando no se castran a tiempo se vuelven animales fuertes y necios, pero a ese lo trajeron sin castrar y tuvo tiempo de volverse brusco.

-Si no, tranquila vienes por otro que tenga mejores modales.

-Inclusive ahí tengo uno negrito muy acomplejadito

-También está Marco. No lo he impulsado mucho porque es muy tranquilo. Marco es muy buen gato.


Después de las 5 de la tarde la atención al público termina, perros y gatos se preparan para dormir bajo el techo que con esfuerzo ha sido conseguido para ellos y doña Amalia, cuando instale a los nuevos integrantes de la gran familia, hablará con su hijo que está en el exterior. Unos llegan, otros se van, y muchos permanecen en este caluroso hogar donde caben perros y gatos, y sobre todo, una inmensa generosidad.

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